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Época de moderación

Querer cambiar algo de ti mismo es un objetivo súper admirable que suele venir acompañado de muchas oportunidades y muchos retos. Normalmente, la gente quiere cambiar comportamientos o hábitos que dejan de servirles o que les llevan a patrones destructivos.

Cuando alguien toma esta decisión, suele haber dos opciones: moderación o abstinencia. Para algunas personas, limitar el comportamiento puede resultar en un estilo de vida saludable y en disfrutar del resto de la vida, mientras que para otros, evitar totalmente el comportamiento es necesario para la salud y el bienestar.

Saber si necesitas moderación o abstinencia de cierto comporamiento depende de distintos factores que incluyen el auto-conocimiento, el respeto de los límites y el entendimiento de las metas.

 

Empieza por el principio.

La primera pregunta es:

“¿Qué comportamiento quiero cambiar?”

¿Es beber demasiados refrescos? ¿Es comer demasiado queso? ¿Es fumar? ¿Es tomar demasiado gluten? Una vez has respondido a esa pregunta, es necesario evaluar las consecuencias del comportamiento.

Es obvio que una pequeña cantidad de gluten no va a perjudicar a tu estilo de vida gluten-free… bueno, a no ser que seas celiaco. Si es así, no merece la pena consumir ni la mínima cantidad de gluten.

De otros comportamientos como fumar, sabemos que tienen efectos negativos en ti y que deben evitarse. El refresco ocasional o el trozo de queso esporádico, no te perjudicarán tan negativamente aunque todo, llevado al extremo, es peligroso.

 

Elige abstinencia o moderación.

Dependiendo de tu personalidad, puede resultarte más fácil tener nada que tener poco. El reto principal de utilizar la moderación como estrategia para el cambio de hábitos es la fuerza de voluntad. Para mucha gente, la resolución es muy fácil de mantener por la mañana pero se va desvaneciendo a medida que el cansancio, el estrés o el hambre aparecen. La capacidad de moderarse depende mucho de cuánto te conoces.

Para muchos, la abstinencia es tan desalentadora que es más fácil no cambiar. Conocerte a ti mismo te permite decidir si tienes la capacidad de tener chocolate en casa sin comértelo o si tenerlo cerca te va a llevar al consumo ansioso. Si tienes dudas, empieza absteniéndote; luego, una vez se ha establecido un patrón de comportamiento, puedes ir introduciendo comportamientos ocasionales.

 

Establece tus límites.

Si eliges moderar un comportamiento determinado, establece líneas claras entre lo que es permisible y lo que no. No hagas declaraciones generales como: “voy a comer menos galletas”. ¿Te comes una galleta al día o una galleta a la semana? No comer ninguna galleta es un objetivo claro porque puedes saber en seguida si tienes éxito o no.

0 galletas= ÉXITO

1 galleta = FRACASO

“Menos galletas” es menos claro. Los nuevos hábitos necesitan límites claros para formarse. Si no tienes un objetivo claro, nunca sabrás si lo has alcanzado o no.

 

Establece tu objetivo.

Tu capacidad para usar la moderación de manera efectiva depende en tu meta final. Si tu meta, por ejemplo, es dejar de decir palabrotas, entonces tener el objetivo de decir palabrotas de vez en cuando como manera de moderar el comportamiento, no te acerca a tu meta final. Sin embargo, si tu meta es cenar en familia, tener como objetivo cenar los domingos en familia te acerca a tu meta final incluso si las cenas de lunes a sábado son menos estructuradas.

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Recuerda que un poquito de algo es siempre mejor que nada. Si eliges abstenerte de algo o moderarlo y no lo consigues, sacúdete el polvo, ofrécete compasión y empieza de nuevo. No dejes a la perfección ser el enemigo de algo perfectamente bueno para ti.

 

¿Quieres conseguirlo?

 

Photo by Erwan Hesry on Unsplash
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Mi camino al éxito

Cuando el éxito se convierte en fracaso

Tu reto…

Sí, ya lo tienes ahí, sólo te quedan unos últimos metros para alcanzar aquello por lo que llevas peleando día tras día durante todo este tiempo. Lo consigues y eres feliz por un momento. Lo has logrado. Enhorabuena. Pero esa satisfacción que te ha costado tanto esfuerzo conseguir se esfuma al poco de presentarse. El sabor dulce de la victoria se torna amargo, algo efímero, algo opaco… Pensabas que tu felicidad iba unida a ese reto, creías que esta vez sí ibas a lograr el éxito, pero no te diste cuenta de que realmente era mucho más complejo.

 

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Dejaste atrás muchas otras cosas que podían haber sido importantes en tu vida, más incluso de lo que creías. No valoraste aquello que ya habías conseguido con el paso de los años, te acomodaste tanto con lo que ya tenías que jamás pensaste en todo el esfuerzo que un día hiciste para conseguirlo, para cosecharlo.

Perdiste a la única persona que te había amado, no la valoraste. Perdiste la única oportunidad de ver crecer a tus hijos, no la valoraste. Perdiste a tus amigos, tus mejores aliados, y prácticamente todo aquello por lo que realmente merecía la pena seguir luchando.

Te miras al espejo y no te reconoces. Sigues con tu medalla colgada del cuello pero ya no la ves como un trofeo sino como un objeto carente de significado.

En el mismo instante que crees haber alcanzado el éxito, comprendes la magnitud de tu fracaso. Es entonces cuando abres los ojos por primera vez desde hace años y te das cuenta de todo lo que has perdido al equivocarte al trazar tu camino, por seguir buscando algo que sin darte cuenta ya habías conseguido. Ahora ya es demasiado tarde para recuperarlo. El tiempo jamás permite retroceso.

 

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Sacrificamos gran parte de nuestra vida para obtener algo que realmente está al alcance de nuestra mano, aunque desgraciadamente nos cueste verlo. Dejamos de disfrutar de nuestro día a día pesando que en algún momento alcanzaremos el punto donde sintamos que hemos llegado a la cima. Pasamos toda una vida buscando algo que nunca llegará, porque ni siquiera nosotros mismos sabemos qué esperamos encontrar.

No nos damos cuenta de que la vida está llena de momentos único e irrepetibles.

Saber aprovecharlos y disfrutar de cada uno de ellos forma parte de nuestro verdadero éxito.